Saludos Elegantes lectores.
Desde que comencé a escribir este relato, la misma duda me ha asaltado una y otra vez. . . ¿por qué seguir adelante?
Siendo objetivos no es mi mejor historia, y quizás sea la única persona interesada en el pasado del Prisionero y en como termino tan mal.
La narración es a veces forzada y complicada, el desorden temporal no ayuda a comprender bien la historia, metáforas, problemas psicológicos, gritos desesperados del subconsciente, todo mezclado en una sola historia burdamente descrita.
Realice correcciones a las partes anteriores, corregí el estilo y muchos otros defectos que estas tuvieran. Pretendiendo algún día poder mostrar una versión final de este mismo y así entregar un material de calidad.
Quizás sea orgullo o necedad, pero sepan que en algún momento pienso detenerme, pero deseo con todo el corazón, que ese momento sea el mismo en el que tecleé "FIN" para concluir esta historia.
Sin más mindjackets los dejo con la cuarta y breve entrega de "Arrebato".
IV
El
Prisionero avanzaba torpemente, los grilletes de las manos y los pies le
conferían un aspecto terrible, su agrío sudor olía a muerte. El constante
arrastre de sus pies levantaba una pequeña capa de polvo del sucio y estéril
suelo. Era el fin y esta vez era inevitable.
La horca se hallaba a
menos de un kilómetro de distancia, la muerte lo aguardaba y él sabía que a esa
cita, nunca se llega tarde.
El juicio, tal y como
lo había predicho el Alguacil, fue breve.
“Muerte por asfixia”
fue el dictamen del juez. No fue sorpresa para él y para nadie del pueblo, pues
el Prisionero ostentaba el título del más grande multi-homicida de la historia,
dejando atrás al asesino “Caníbal” por 16 cuerpos.
Por regla general, la
mayoría de los sentenciados a muerte amenazaban al jurado, a sus familias; en
el juicio del Caníbal, antes de dejar la sala, este prometió regresar desde la
tumba para acabar y devorar a todos los presentes. El Prisionero abandono la
sala en silencio, con la cabeza en alto y la mirada atenta, sin mostrar signos
de molestia o temor agradeció al juez con una ligera reverencia. Cabe mencionar
que el Juez no pudo dormir todo ese mes, el recuerdo de ese gesto lo perseguiría
en todas sus pesadillas, hasta el final de sus días.
La escolta que acompañaba al Prisionero estaba formada por 6 hombres del
pueblo, 8 agentes enviados por el estado, todos supervisados por la atenta figura
del Alguacil, armados con rifles, estaban listos para frustrar cualquier intento
de rescate sorpresa.
Ellos desconocían que la banda entera del Prisionero había sido abatida en ese
último y desastroso asalto. Solo uno de ellos había logrado escapar con vida y
huir. El elemento más nuevo, el eslabón más débil, el culpable y la causa de la
captura del prisionero, no había sido otro más que la Mujer.
6 Meses atrás.
El Prisionero (aunque
erremos en llamarlo así pues en este momento es un hombre libre) planeaba su
sexto golpe. Llevaba varias semanas repasando los detalles, consultando los
mapas y revisando el terreno. Estaban a menos de un día para el atraco, el
objetivo era un tren de valores y suministros que atravesaba de costa a costa
el país.
Tras cinco noches en
vela el Prisionero deseaba con toda su alma realizar el atraco, pues esta vez
el insomnio no era su única aflicción; en lo más profundo de su mente había
nacido un enfermo e irrefrenable deseo por regresar a su pueblo natal, la idea
se había grabado a fuego en su mente, ardía y gritaba casi todo el día. Solo
podía pensar en ver la sucia y vieja granja donde había nacido, quizás tendría
tiempo para comprar un bocadillo de carne seca como los que su madre solía
comprarle el día de su cumpleaños. Todo en su mente era un paseo por ese lugar
que tanto aborrecía; el lugar donde su vida criminal había brotado y florecido,
alimentada por la sangre de su padre y de su hermano.
El golpe fue cantar y
cocer; y tras cuatro días de cabalgata el
Prisionero por fin podía leer el gastado letrero que marcaba este como
el lugar de su nacimiento.
Su corazón se oprimió con solo ver las calles que muy poco habían cambiado en
10 años; la noche le permitió recorrer
el pueblo entero a pie, en su paseo encontró un par de cantinas nuevas,
en contra de los ocho negocios que habían cerrado sus puertas y tapiado sus
ventanas. Los recuerdos uno tras otro invadían sus sentidos, el olor del
aserrín de la taberna, donde su padre gastaba más de lo que producía en su
granja, el tacto de los gastados postes, todo se renovaba y bullía con nuevos
colores, sonreía y caminaba hacía la granja, bajo del caballo para postergar
ese momento, el reencuentro con el viejo hogar.
Al llegar pudo ver como
la granja había vuelto a la vida “rejuvenecida”, el granero lucía impecable, la
casa parecía haber sido reconstruida y agrandada.
Pudo verla desde ahí, parada en el
sendero que dirige al granero, con el rostro resplandeciendo por las estrellas
y la luna.
La mirada triste, el rostro tierno, su cabello que parecía robar todo el resplandor de la luna iluminando su rostro y enmarcando esos ojos de estrella.
La contemplo durante largo rato en silencio.
El duro y lento pensar del Prisionero muy tarde le informaría que era ella el ascenso (y
caída) que tanto llevaba esperando, “la Mujer”.