miércoles, 17 de abril de 2013

El Elegante Caballero deprime.


IV. Depresión



“Has cambiado para bien hermano.”
“Se te ve más animado, creo que ya lo superaste, leí que el sufrimiento no debe pasar de los 6 meses, y si lo hace hay que ir al loquero mi buen.” 
“Bajaste algunos kilos, te ves mucho mejor, más sano.”
“Al menos ella ya no está sufriendo y es lo que todos queríamos, ¿no crees?”. 
Harto de falsedades, salgo a caminar las calles; como pocas veces toda la gente sonríe, el sol brilla, bajo ese camión abandonado la vida de un par de cachorros comienza, todo tiene un color renovado, más claro, limpio, puro. . . pero. . . .
¿Por cuánto?
¿Cuánto le tomara a esos colores desteñirse?, ensuciarse hasta decaer en los eternos grises, ¿cuánto tiempo se necesita para que los cachorros crezcan? para que terminen deambulando estas calles, muertos de hambre, ¿cuánto tiempo pueden las personas sonreír sin razón aparente? 

Toda esta “alegría” me evita, todo el fulgor de la misma vida, incluso mis deseos parecen negarse a sí mismos. 

En resumen, todo es lo mismo que no existir.










sábado, 13 de abril de 2013

El Elegante Caballero niega.



I. NEGACIÓN

3:00 AM
Despierto de súbito.
Como es costumbre el sueño y tú me abandonan a media noche.
Apenas y puedo levantarme de esta cama que adoras.
Enciendo el café y un cigarrillo;  dejo que mi mente estalle y bulla como agua, y no olvido que detestas verme ahí parado, fumando mecánicamente.  Pero sigues dormida y no puedes objetar.
Sé que solo despertaras a tiempo para venir con tu sonrisa de sol resplandeciente a iniciar mis buenos días.
Dirás que duermo poco, que  debo escribir, que debo salir y buscar a los amigos.

11:00 AM
El humo llena este cuarto y sin razón aparente las lágrimas comienzan a nacer una a una.
Tú sigues dormida mientras la vida sigue, el teléfono y el mensaje de mi despido lo confirma, no recuerdo cuando fue la última vez que comí bien y me es difícil recordar lo que hice anoche.
Reviso cientos de hojas con borradores en la mesa.
Condolencias, letras vacías que a nadie chingados le sirven.
Tú taza aún está llena con el café que te prepare aquella mañana y la deteriorada casa es el mapa que marca esta ausencia.
Regreso a l(nuestr)a cama donde ahora duermo solo.
Tomo tu almohada que ya perdió la esencia a chocolate y rosas, las sabanas y este viejo colchón no conservan más tu figura, nada está en el lugar correcto donde tú lo dejaste.
Y me envuelvo en estas mortajas para regresar a dormir. Viviendo en sueños esas mañanas de café, mirando esa sonrisa perfecta y viendo a través del humo como la felicidad arranca brillo a esos ojos de topacio.

Hoy se cumple un año que ME nos dejaste, y no creo que a nadie le importe que mi calendario se detuviera Abril.      

                          




martes, 9 de abril de 2013

El Elegante Caballero enoja.


II. ENOJO

¡ DÉJENLA DESCANSAR POR FAVOR!
Acaso no ven que no la dejan partir con sus falsas palabras de aliento para mí.
¿Creen que ella no sufrió?, que simplemente como una desalmada sin corazón partió sin lágrimas en sus ojos, sin sufrir, sin pensar en que sería de mí sin ella.

Sepan que si alguien la hizo sufrir, fui yo.  Le mostré el dolor con todas sus letras todas las noches al pie de su cama, rogándole a un Dios sordo porque no la separara de mi lado, cada mañana aplicando uno a uno los remedios para alentar a la implacable muerte.

Y ahí van ustedes con sus “Podría haberse cuidado más”, “Podría haber tomado aquel tratamiento”, “Si tan solo hubiera dejado de fumar”. 
 Comentan, presumen, critican.  Sé muy bien que ella lo hacía a sus espaldas, que aquel comía horrendamente, que si aquella era una loca controladora, que al otro lo engañaba su esposa;  pero todos siguen aquí, de pie, transformando el oxígeno y todo lo que tocan en desechos apestosos. . . ¿y ella?

Solo quiero cerrar estas puertas de golpe,  gritarles que la dejen, que se larguen a otra parte y no molesten más su (no) existencia y me dejen seguir con mi dolor.  Quisiera sacar a su madre que lleva horas mirándome acusadoramente, como si yo fuera el culpable de esta tragedia. . . sin saber que el más afectado por su muerte soy yo, que el desamparado, inconsolable no será ni ella ni su padre.

Y aquí me encuentro yo, en este pozo de rabia y coraje, despreciando a la mujer que te dio la vida, sin tenerte a mi lado para poder superar este último arranque de ira.
Aunque es momento de regresar a la cara de lamentable idiota, no sea que uno de ellos pueda adivinar el deseo por encerrarlos en ese bunker de muerte contigo. 







lunes, 8 de abril de 2013

El Elegante Caballero tiene arrebatos... (Parte IV)


Saludos Elegantes lectores.  

Desde que comencé a escribir este relato, la misma duda me ha asaltado una y otra vez. . . ¿por qué seguir adelante?
Siendo objetivos no es mi mejor historia, y quizás sea la única persona interesada en el pasado del Prisionero y en como termino tan mal. 

La narración es a veces forzada y complicada, el desorden temporal no ayuda a comprender bien la historia, metáforas, problemas psicológicos, gritos desesperados del subconsciente, todo mezclado en una sola historia burdamente descrita. 
Realice correcciones a las partes anteriores, corregí el estilo y muchos otros defectos que estas tuvieran. Pretendiendo algún día poder mostrar una versión final de este mismo y así entregar un material de calidad. 

Quizás sea orgullo o necedad, pero sepan que en algún momento pienso detenerme, pero deseo con todo el corazón, que ese momento sea el mismo en el que tecleé "FIN" para concluir esta historia.

Sin más mindjackets los dejo con la cuarta y breve entrega de "Arrebato".              

                                                            IV

El Prisionero avanzaba torpemente, los grilletes de las manos y los pies le conferían un aspecto terrible, su agrío sudor olía a muerte. El constante arrastre de sus pies levantaba una pequeña capa de polvo del sucio y estéril suelo. Era el fin y esta vez era inevitable.  
La horca se hallaba a menos de un kilómetro de distancia, la muerte lo aguardaba y él sabía que a esa cita, nunca se llega tarde.
El juicio, tal y como lo había predicho el Alguacil, fue breve.
“Muerte por asfixia” fue el dictamen del juez. No fue sorpresa para él y para nadie del pueblo, pues el Prisionero ostentaba el título del más grande multi-homicida de la historia, dejando atrás al asesino “Caníbal” por 16 cuerpos.
Por regla general, la mayoría de los sentenciados a muerte amenazaban al jurado, a sus familias; en el juicio del Caníbal, antes de dejar la sala, este prometió regresar desde la tumba para acabar y devorar a todos los presentes. El Prisionero abandono la sala en silencio, con la cabeza en alto y la mirada atenta, sin mostrar signos de molestia o temor agradeció al juez con una ligera reverencia. Cabe mencionar que el Juez no pudo dormir todo ese mes, el recuerdo de ese gesto lo perseguiría en todas sus pesadillas, hasta el final de sus días.


La escolta que acompañaba al Prisionero estaba formada por 6 hombres del pueblo, 8 agentes enviados por el estado, todos supervisados por la atenta figura del Alguacil, armados con rifles, estaban listos para frustrar cualquier intento de rescate sorpresa.
Ellos desconocían que la banda entera del Prisionero había sido abatida en ese último y desastroso asalto. Solo uno de ellos había logrado escapar con vida y huir. El elemento más nuevo, el eslabón más débil, el culpable y la causa de la captura del prisionero, no había sido otro más que la Mujer.



6 Meses atrás.

El Prisionero (aunque erremos en llamarlo así pues en este momento es un hombre libre) planeaba su sexto golpe. Llevaba varias semanas repasando los detalles, consultando los mapas y revisando el terreno. Estaban a menos de un día para el atraco, el objetivo era un tren de valores y suministros que atravesaba de costa a costa el país.
Tras cinco noches en vela el Prisionero deseaba con toda su alma realizar el atraco, pues esta vez el insomnio no era su única aflicción; en lo más profundo de su mente había nacido un enfermo e irrefrenable deseo por regresar a su pueblo natal, la idea se había grabado a fuego en su mente, ardía y gritaba casi todo el día. Solo podía pensar en ver la sucia y vieja granja donde había nacido, quizás tendría tiempo para comprar un bocadillo de carne seca como los que su madre solía comprarle el día de su cumpleaños. Todo en su mente era un paseo por ese lugar que tanto aborrecía; el lugar donde su vida criminal había brotado y florecido, alimentada por la sangre de su padre y de su hermano.

El golpe fue cantar y cocer; y tras cuatro días de cabalgata el  Prisionero por fin podía leer el gastado letrero que marcaba este como el lugar de su nacimiento.
Su corazón se oprimió con solo ver las calles que muy poco habían cambiado en 10 años; la noche le permitió recorrer   el pueblo entero a pie, en su paseo encontró un par de cantinas nuevas, en contra de los ocho negocios que habían cerrado sus puertas y tapiado sus ventanas. Los recuerdos uno tras otro invadían sus sentidos, el olor del aserrín de la taberna, donde su padre gastaba más de lo que producía en su granja, el tacto de los gastados postes, todo se renovaba y bullía con nuevos colores, sonreía y caminaba hacía la granja, bajo del caballo para postergar ese momento, el reencuentro con el viejo hogar.

Al llegar pudo ver como la granja había vuelto a la vida “rejuvenecida”, el granero lucía impecable, la casa parecía haber sido reconstruida y agrandada. 
Pudo verla desde ahí,  parada en el sendero que dirige al granero, con el rostro resplandeciendo por las estrellas y la luna.
La mirada triste, el rostro tierno, su cabello que parecía robar todo el resplandor de la luna iluminando su rostro y enmarcando esos ojos de estrella.

La contemplo durante largo rato en silencio. 

El duro y lento pensar del Prisionero muy tarde le informaría que era ella el ascenso (y caída) que tanto llevaba esperando, “la Mujer”.










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