El Elegante Caballero desea.

¿Puedes sentirlo en el aire? ¿Esa alteración, esa urgencia mezclada con una distante familiaridad?
Así es como dos amantes marcados por las estrellas se miran por segunda primera vez. Y ellos son como estrellas, si que lo son...
Ardientes y brillantes explotando de repente.
Por lo que se podrían ser los mismos, ¿entiendes? Las mismas almas siempre encontrándose, siempre con la esperanza de superar viejas dificultades.
Las estrellas que han muerto hace mucho aún nos dan su luz, sabes.
Eso es lo que nos dicen los que son más sabios que nosotros, en todo caso. Las estrellas ya no están, pero aún podemos ver su brillo, mucho después de que han sido tragadas por el olvido.
Mira bien estas dos estrellas. Míralas ahora... sabiendo que también desaparecerán un día... e incapaces de apartar la mirada a pesar de eso, al igual que tú, admirando la belleza de las estrellas muertas.

El Elegante Caballero Agoniza.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos...


Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-.

Tus ojos serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma
te inclinas en el espejo.

Oh querida esperanza,
también ese día sabremos nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Mudos, descenderemos en el remolino.

Cesare Pavese (1951)