miércoles, 15 de enero de 2014

El Elegante Caballero narra...

              “Crónicas de un pendejo con una laptop”


No tengo un título en literatura inglesa del siglo XIV, no soy una estrella de la televisión que prostituye su “fama” para publicar cualquier mierda, no soy un autor afamado, no soy talentoso, no soy nadie… lo único que me tiene aquí es mis ganas de contar una historia, además de que tengo una laptop y esta poca madre que al menos uno de ustedes leerá esto hasta el punto final.
Pero… ¿qué contar?
El viernes es un buen día para iniciar una historia… humo, fiesta, música, alcohol, mujeres.

El plan de la noche consistía en perder las horas restantes frente a la pantalla de la computadora, como todos los viernes, como todos los fines de semana del resto de mi vida.
Su nombre brillo en la pantalla del celular 8 jodidas letras 10 números y ese rostro que tantas veces había besado mirando a la nada desde la gélida foto. Los trámites fueron los mismos, el punto de reunión no fue alterado, bailamos, bebimos, nos comimos y nos perdimos beso tras beso en el camino del otro.

N(te)os arrastramos hasta un taxi, llegamos al apartamento entre tus gritos y música de peda que solo a ti te gusta.
Y tras cerrar la puerta dejaron de existir los demás, ni tu novio el hombre casado que nunca dejaría a su familia, o la mujer que algunas noches visitaba mi cama, no había hijos, ni dioses, ni nada que pudiera detenerme de entrar en tu cielo.

Perdida, onírica, ebria, bella y perversa, la única cosa coherente que podías articular era si tenía condones, aunque poco importo. Con cada acometida, con cada beso, con cada rasguño, con cada frase incoherente de deseo y desenfreno nos arrojamos al infierno que eran nuestras vidas.
Cerramos las festividades con un beso y un "hasta luego". 
No hubo más llamadas, solo un par de mensajes vacíos, muchas letras que nunca debiste gastar, con un "Estas jodido hombre" habría resumido nuestra situación. 

La mujer aún visita mi cama, de ti solo escuche por ahí que volviste con el hombre de familia.
Y sigo aquí escribiendo pendejadas frente a esta pantalla esperando los 10 números, tus 8 letras, que me inviten de nuevo entrar una y otra vez en tu cielo. 




                   










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